¿Cuál es la mejor dieta para tí?

¿Alguna vez te has preguntado cuál es la mejor dieta que puedes seguir o cómo debes comer para cuidar tu salud y tu línea? Si es así, seguro que te encuentras en un mar de dudas.

Existen innumerables opciones de dietas: que si vegetariana, crudi-vegana, paleo, alcalina, mediterránea…

Y para cada una encontrarás fieles seguidores que juran que desde que la siguen rebosan salud y vitalidad y citan numerosos estudios que lo avalan.

Por supuesto, igualmente encontrarás detractores que contratacan con estudios que parecen probar todo lo contrario o «arrepentidos» que afirman que tuvieron que abandonarla en algún momento, porque su salud o incluso su vida corría peligro.

¿Pero quién tiene razón? ¿Tienen todas estas dietas algo en común?

¿Y cómo se explica que con el mismo tipo de alimentación algunos afirmen encontrarse pletóricos de salud, mientras otros sostienen que casi los ha llevado al borde de la muerte?

¿Y por qué los estudios científicos son tan contradictorios?

En el post de hoy, vamos a tratar de arrojar luz sobre este asunto y ayudarte a determinar cuál es la mejor dieta para tu caso concreto.

Dietas populares

Antes de analizar más a fondo las cuestiones anteriores, conviene que hagamos un corto repaso de las principales dietas que actualmente promulgan médicos, nutricionistas y gurús de la salud.

Si bien existen literalmente cientos de variantes, la mayoría se podrían adscribir, con pequeñas variaciones, a las siguientes corrientes principales:

Vegetariana y vegana

Estas dos dietas están basadas en el consumo exclusivo de alimentos de origen vegetal y rechazan los obtenidos a partir de animales. Muchas de las personas que las practican lo hacen por motivos éticos o morales. No obstante, también es habitual que se destaquen sus beneficios para la salud.

Existen variantes, como los ovo-lacto-vegetarianos que consumen productos lácteos y huevos, mientras que los vegetarianos estrictos y los veganos evitan todo alimento de origen animal. Los llamados crudi-veganos, por otro lado, sólo ingieren alimentos no cocinados.

Paleo

La dieta paleolítica sostiene que debemos seguir una alimentación ancestral, basada en los alimentos que estaban disponibles para nuestros antepasados cazadores-recolectores antes de que apareciera la agricultura.

Es una dieta rica en proteínas animales, las cuales se complementan con frutas y verduras frescas, que en muchos casos se consumen crudas. Por el contrario, la dieta paleo recomienda evitar aquellos productos que se incorporaron a nuestra dieta a través de la agricultura, como cereales o legumbres.

Dieta mediterránea

Una de las más celebradas por la comunidad médica y nutricional. Es la forma tradicional de comer de los países del sur de Europa como España, Italia o Grecia.

Su piedra angular consiste en el uso generoso de aceite de oliva, el consumo de muchas frutas y verduras frescas, pescado, legumbres y cereales. A estos se suman cantidades moderadas de carne y lácteos.

Otras dietas omnívoras

Por supuesto, también existen otras dietas regionales en el mundo, las cuales tienen en común que son omnívoras. Es decir, incluyen tanto productos vegetales como animales. No obstante, son muy diferentes entre sí.

Por ejemplo, en el norte de Europa y de América la dieta habitual está fuertemente basada en los lácteos, mientras que en Asia ganan protagonismo el arroz, los productos de soja o el pescado. Con todas estas opciones disponibles y tantas informaciones contradictorias, no es extraño que te resulte difícil decidir cuál es la mejor dieta para ti.

La falacia de la mejor dieta universal

Como hemos visto, los defensores de cada dieta suelen hacer una enardecida defensa de esta, prometiendo que si la sigues mejorará tu salud y perderás peso.

No obstante, hay algo que pocas veces se tiene en cuenta en este tipo de debates. Es el hecho de que no todos los humanos somos iguales.

Existen determinadas diferencias genéticas entre unas razas y otras, entre personas que habitan en diferentes lugares o incluso entre las de la misma comunidad. Estas hacen que determinados individuos se adapten mejor a una dieta que a otra.

Pero esto no es todo. Algunos estudios como los efectuados por el profesor Tim Spector, experto en genética epidemiológica del King’s College de Londres, han confirmado que incluso entre mellizos genéticamente idénticos, se pueden producir diferencias en su forma de asimilar diferentes alimentos.

La clave parece estar en la flora intestinal, que puede evolucionar de diferente manera, dependiendo de la dieta y de otros factores externos. El uso de antibióticos u otros medicamentos o, por ejemplo, el estrés son algunos de ellos.

Esto explicaría por qué un individuo puede desarrollarse perfectamente con una determinada dieta, mientras que a otro le resulta dañina. Las investigaciones que se han hecho sobre el tema, hasta el momento, son todavía muy incompletas.

No obstante, se han descubierto ya algunos factores que resultan claves en el proceso de digestión y absorción de nutrientes. Estos son  claves para encontrar la mejor dieta.

Factores claves

  • Amilasa. Se trata de una enzima presente en nuestra saliva, que ayuda a convertir almidón en azúcares. Resulta fundamental para pre-digerir las féculas de los tubérculos como patatas o boniatos. La amilasa se produce por medio de un gen llamado AMY1, del que los humanos podemos tener de una a quince copias. Las personas con pocas copias del gen no digieren bien los alimentos que contienen féculas o almidones.
  • ApoE. Se trata de un gen que en el cuerpo humano aparece en tres variantes (alelos), llamados ApoE2, ApoE3 y ApoE4. Las personas con una o más copias de ApoE4, tienden a tener un organismo enfocado a almacenar grasas y una mayor tendencia a tener niveles de colesterol elevados. Se cree que la variante de este gen es la que protegía a nuestros ancestros de la desnutrición. Estos estaban expuestos a ciclos frecuentes de hambruna, donde era fundamental contar con buenas reservas. Lo que antiguamente era una ventaja evolutiva, en la actual sociedad de la abundancia se puede convertir en un problema. La ApoE4 es uno de los motivos por qué algunas personas se resienten de dietas ricas en grasas saturadas, como la paleolítica o la famosa dieta de Atkins.
  • Flora intestinal. Tanto la genética, como ya hemos visto, como también el estado de nuestra flora intestinal pueden influir notablemente en la eficiencia que tendrá nuestro organismo en extraer vitaminas, minerales de los alimentos que tomamos. Esto resulta especialmente importante a la hora de asimilar nutrientes procedentes de los vegetales, ya que en general la biodisponibilidad en los mismos es menor debido a diferentes factores como los antinutrientes. Si nuestra flora intestinal no tiene una composición adecuada, seremos peores «absorbedores» y tendremos dificultades, por ejemplo, para convertir precursores como los carotenos a vitaminas. Estas diferencias nuevamente explican por qué una persona puede estar aparentemente sana con una dieta exclusivamente vegetal, mientras otra con la misma alimentación sufre de graves carencias.
  • Enfermedades e intolerancias. Muchas personas sufren patologías, alergias o intolerancias que no les permiten asimilar correctamente ciertos tipos de alimentos ni beneficiarse de sus propiedades. Los casos más paradigmáticos son los diabéticos, los celíacos o los intolerantes a la lactosa. Estos se verán muy negativamente afectados en determinadas dietas ricas en azúcares, cereales o lácteos, respectivamente.

Lecciones universales

Podemos concluir entonces que ninguna de las grandes dietas de nuestro tiempo es inequívocamente buena o mala. Su eficacia dependerá más bien de nuestra propia genética y de nuestras características personales.

No obstante, existen algunos elementos coincidentes entre ellas, de los que es importante que tomes nota.

Todas desaconsejan el abuso de los azúcares, los productos procesados o refinados y las grasas hidrogenadas o trans.

Se trata de alimentos altamente desnaturalizados, que provocan cambios poco deseables en nuestro organismo y contra los que existen ya evidencias muy sólidas de que resultan dañinos para la salud.

Por ello, no importa si sigues una dieta vegetariana, paleolítica o mediterránea. Siempre harás bien en evitarlos.

Tu mejor dieta personal

Como hemos visto a lo largo de este post, nuestra naturaleza genética o metabólica es muy diversa. Esto produce importantes diferencias en cómo absorbemos los nutrientes de los alimentos.

Por todo ello, parece más que evidente que no podemos afirmar categóricamente cuál es la mejor dieta para cada caso concreto. Más bien deberemos encontrar nuestro camino a través de un proceso de prueba y error, hasta dar con la opción que mejor contribuya a nuestro desarrollo.

En este sentido, te recomendamos que prestes atención a los alimentos que te sientan bien y los que no. También tus análisis de sangre pueden darte pistas valiosas sobre si tu dieta está dando buenos resultados.

No obstante, es importante que tengas en cuenta que los convencionales no incluyen muchos indicadores importantes para la salud, como por ejemplo los niveles de algunas vitaminas o minerales importantes. Por ello, puede ser recomendable que te realices, periódicamente, algún estudio más completo o específico. Esto es especialmente importante si sigues una dieta con riesgo de ciertas carencias (por ejemplo, vitamina B12 en vegetarianos, etc.).

Y, como ya hemos mencionado lo más importante es que escuches a tu cuerpo. Este es sabio y te mandará señales que te ayudarán a encontrar el camino hacia la mejor dieta para tu caso concreto.

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